marzo 16, 2025
HAITÍ: UN FUTURO MEJOR A TRAVÉS DE LA EDUCACIÓN

HAITÍ: UN FUTURO MEJOR A TRAVÉS DE LA EDUCACIÓN

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La hermana Paësie Phillipe, originaria de Nancy (Francia), se sintió llamada a la vida consagrada a los 15 años. A los 18, ingresó en las Misioneras de la Caridad, la congregación fundada por la Madre Teresa. Tras sus años de formación, fue enviada en misión a Granada, el sudeste del Mar Caribe, Estados Unidos e Islandia. Llegó a Haití en 1999, donde las monjas atendieron a enfermos, especialmente niños, afectados por tuberculosis, sida, fiebre tifoidea, malaria, cólera y neumonía. Muchos niños eran huérfanos o habían sido dejados en el centro de atención por sus padres, que nunca volvieron a recogerlos.

La hermana Paësie, a pesar de amar este apostolado, se dio cuenta de que los niños que vivían en barrios marginales no tenían acceso a la educación y que esto los mantenía en la condición de pobreza y marginalidad. Las escuelas públicas son gratuitas, pero para asistir a ellas hay que comprar uniformes, libros y otros útiles escolares. Para estudiar en escuelas privadas hay que pagar cuotas que, aunque bajas, son imposibles de pagar para las familias necesitadas.

Los adolescentes y jóvenes que viven en los barrios marginales y no van a la escuela se unen rápidamente a bandas en las que están expuestos a la violencia, la corrupción y todo tipo de degradaciones, y muchos empiezan a mendigar o a robar.

Las Misioneras de la Caridad, desbordadas por el cuidado de los enfermos, no tienen tiempo para dedicarse a la educación de estos niños. “Todos los días acuden a nosotros niños necesitados. Estamos sobrecargadas de trabajo médico, que tiene prioridad sobre la educación”, recuerda la hermana Paësie.

La joven Hermana sintió una llamada creciente a dedicarse exclusivamente a la educación de niños y jóvenes, así que, tras discutir el asunto con su congregación y con el obispo local, se acordó que dejara su comunidad manteniendo sus cuatro votos. Las Hermanas de la Madre Teresa, además de los votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia, hacen un cuarto voto de servicio a los más pobres.

El 25 de abril de 2017, la hermana Paësie dejó la casa de las Misioneras de la Caridad en Delmas para dedicarse a la nueva misión. Se trasladó a Cité Soleil, el barrio marginal más grande de Puerto Príncipe, una zona donde coexisten la violencia, la pobreza y la indiferencia.

En los suburbios, los hogares son un amasijo de casas y la gente sobrevive día a día vendiendo una pastilla de jabón, detergente para la ropa o un puñado de arroz. El acceso al agua potable es difícil y caro y las familias carecen de instalaciones sanitarias. Cuando llueve, todo se inunda y cuando brilla el sol, el calor es insoportable. Pronto llegaron unas jóvenes que querían apoyar la labor evangelizadora de la hermana Paësie.

La hermana Paësie fundó en 2017 la Familia Kizito, una pequeña comunidad de mujeres consagradas reconocida oficialmente en 2023 como asociación de fieles por la archidiócesis de Puerto Príncipe. Las Hermanas visten un hábito gris azulado de karabela, tejido tradicional de los campesinos y obreros de la región.

DAR UNA OPORTUNIDAD A LOS NIÑOS

El objetivo de la Familia Kizito es ofrecer a los niños que viven en la calle una oportunidad para desarrollarse a través de la educación, la atención, la alimentación y la protección contra toda forma de violencia.

En pocos años, la familia Kizito creó varios tipos de estructuras en el corazón de los barrios de chabolas de Cité Soleil, Petite–Goâve o Village de Dieu, que atienden a más de 2.500 niños desfavorecidos: tienen siete hogares familiares con 140 niños en edad escolar y cuyos vínculos familiares se rastrean; ocho escuelas a las que asisten 1.100 alumnos, con comedores para proporcionarles una alimentación nutritiva; tres centros de actividades extraescolares (danza, fútbol, costura, bordado, dibujo, apoyo escolar) en los que participan 700 menores.

También hay seis centros de catequesis en los que participan 700 niños y jóvenes, porque la pobreza espiritual también debe superarse con una formación cristiana adecuada.

EL RETO DE LA VIOLENCIA

Según datos de Naciones Unidas, la violencia ha desplazado a más de 300.000 habitantes de la capital haitiana. Miles de personas viven en condiciones precarias y se ven obligadas a huir de un barrio a otro, dejando atrás lo poco que tienen. La Hermana Paësie cuenta que casi todas las semanas “nuevos barrios son invadidos” y, por tanto, en cada ocasión “miles de personas tienen que huir y a menudo no pueden regresar a sus hogares”.

“Hoy –dice la Hermana– vemos a gente durmiendo en la calle con sus hijos, algo que antes no existía en Puerto Príncipe”. Las acciones de los grupos armados, que existían desde hacía años en los barrios marginales, se han extendido a otras zonas de la ciudad. “Las bandas se han hecho cada vez más poderosas y no sólo se encuentran en los barrios pobres, sino en prácticamente todos los barrios de la capital y también en varias ciudades del interior.

Los más pobres viven al día, dependiendo de los mercados donde pueden encontrar un poco de comida y trabajos de poca monta, pero cuando la situación empeora, cuando hay violencia en las calles con tiroteos y barricadas, los mercados no pueden funcionar.

Esto aumenta considerablemente la pobreza y el hambre”, afirma la misionera.

A pesar de vivir en este dramático contexto social de violencia creciente, con consecuencias desastrosas para los haitianos, la hermana Paësie no pierde la esperanza. En estos momentos dramáticos, cree firmemente en la presencia de Dios.

“Él está ahí para ellos. Puede estar presente a través de mí o de otra manera. Pero nunca abandona a sus hijos”, afirma. Un día, hacia la una de la tarde, la Hna. Paësie respondió al teléfono. Al otro lado de la línea estaba el papa Francisco. La monja admite que se sintió conmovida. Escuchó al Santo Padre, que quería conocer la situación de la isla, darle las gracias y animarla a continuar su misión.

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