A pesar de un creciente número de problemas de salud -en particular una dolencia de rodilla que le ha obligado a utilizar una silla de ruedas durante el último año y la operación de una hernia abdominal el pasado 7 de junio en el hospital Gemelli de Roma- el papa Francisco no está dispuesto a renunciar a su misión como pastor de la Iglesia universal.
En sus diez años de pontificado, Francisco ha llevado a cabo 41 viajes fuera de Italia, visitando unos 60 países diferentes. Este mismo año ha ido ya a la República Democrática del Congo, Sudán del Sur y Hungría, y tiene previsto viajar a Portugal a principios de agosto para participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa y a Marsella, donde clausurará un encuentro de obispos y alcaldes del Mediterráneo el 23 de septiembre.
Desde el punto de vista de la misión, el viaje más relevante del Papa en los próximos meses es el que lo llevará a Mongolia del 31 de agosto al 4 de septiembre. Se trata del primer viaje de un Pontífice a este país asiático de mayoría budista y que cuenta con una de las comunidades católicas más pequeñas
del mundo, de apenas unas 1.500 personas sobre un total de tres millones de habitantes.
Tras la extinción del cristianismo nestoriano, que se había extendido por Asia Central en el primer milenio, fue en 1992, al comienzo de la apertura democrática de Mongolia, que llegaron los primeros misioneros católicos. El surgimiento de esta Iglesia había interesado mucho a Juan Pablo II que tenía previsto visitar Ulán Bator en agosto de 2003, para conmemorar el décimo aniversario de la llegada de los primeros misioneros al país y la colocación de la primera piedra de la primera iglesia en suelo mongol.
Se habían ultimado todos los preparativos, pero el estado de salud del papa Wojtyla le obligó a renunciar a su visita. Es notorio que el papa Francisco tiene una especial preferencia por los países más pequeños o lejanos -periféricos-, especialmente si la Iglesia todavía no está muy desarrollada o vive en medio de dificultades.
No cabe duda de que el Santo Padre se aplica a sí mismo lo que dijo hace unas semanas a los participantes en la Asamblea de las Obras Misionales Pontificias, celebrada en el Vaticano: “En este momento histórico, mientras llevamos adelante el proceso sinodal, es importante recordar que la comunidad cristiana es misionera por su misma naturaleza. En efecto, todo cristiano ha recibido el don del Espíritu Santo y es enviado a continuar la obra de Jesús, anunciando a todos la alegría del Evangelio y llevando su consuelo a las diversas situaciones de nuestra historia, a
menudo herida”.
La Prefectura Apostólica de Ulán Bator -que abarca todo el territorio del país, de algo más de 1 millón y medio de km2- cuenta con un prefecto Apostólico, el cardenal Giorgio Marengo, y 75 misioneros, que representan a 10 congregaciones religiosas y 27 nacionalidades. Hay un total de 29 sacerdotes -de los cuales dos son locales-, 36 religiosas, seis religiosos no sacerdotes y tres misioneros laicos. Hay 9 lugares de culto registrados oficialmente.
La visita del Papa supondrá un importante estímulo e impulso para esa joven y pequeña parcela de la
Iglesia, tanto para los fieles como para el reducido número de misioneros que ha gastado su vida para implantar el Reino de Dios en una situación tan adversa.