Allí, a cualquier hora del día o de la noche, siempre hay un pequeño grupo de personas sentadas consumiendo drogas. Desde hace un mes he empezado a ir a sentarme con ellos dos o tres veces por semana para escucharles y charlar. A veces no es tan fácil como con aquel joven que hablaba todo el rato y nunca decía una frase que tuviera algo que ver con la anterior: con él fracasó el diálogo. O con aquel otro que estuvo más de media hora insultándome porque estoy lleno del dinero que me manda el Vaticano y no se lo quiero dar. O con un tercero que no paraba de pedirme que le invitara a comer.
Otros encuentros son más agradables: como el que tuve con tres adolescentes que, cuando les pregunté de dónde sacaban el dinero para drogarse, empezaron a acusarse mutuamente de ladrones, cosa que todos acabaron reconociendo, pero me explicaron que son buenos ladrones porque no roban en el barrio sino que lo hacen en otras zonas… O como el que tuve con una joven madre, todavía atractiva en la treintena, que me explicó que llevaba quince años drogándose pero que desde que tenía hijos había dejado las drogas duras y sólo fumaba ‘marihuana’. Cuando le pregunté por qué no lo dejaba, me explicó que no podía.
O como la de un ‘teólogo’ drogadicto con el que hablamos del rosario y de la devoción a la Virgen del Carmen y de la diferencia entre rezar y orar.
¿Qué sentido tienen estos encuentros?
Yo tampoco lo sé exactamente. De momento, creo que en un ambiente en el que todo el mundo les desprecia, puede ser una “buena noticia” para ellos que un sacerdote no se avergüence de sentarse entre ellos y escucharlos. ¿Qué saldrá de ello? No lo sé… el tiempo lo dirá y el Espíritu inspirará….
La generosidad de los pobres nunca deja de sorprender: hace unas semanas visité una casa donde viven tres ancianos de entre 75 y 90 años. Son hermanos, están delgadísimos, nunca han tenido hijos ni pareja. Ya no tienen fuerzas para trabajar. Cuando les pregunté cómo se las arreglan para comer, me respondieron que siempre hay algún vecino que les lleva algo de comer. Así que me uní a los vecinos que de vez en cuando aterrizan en su casa con una bolsa de comida.
Hace un calor infernal. Todo el mundo se queja. La gente duerme desnuda y con las ventanas abiertas. Pero nadie se pregunta si no es también culpa suya. El calentamiento global depende en buena medida de los gases que enviamos al cielo cada día. Nuestra comunidad comboniana ha decidido no tener coches ni motos, yo dejé de conducir coche hace 35 años, pero incluso entre los pobres hay mucha gente que usa taxis o apps que te traen un coche a casa barato sin pensar que un coche más circulando aumenta la gasolina que sube.
Este año habré utilizado dos veces un coche particular: una para un viaje a las 4 de la mañana, cuando los autobuses aún no circulan, y otra porque tenía que transportar una mesita y doce cajas de libros.
Sé que hablar de estas cosas es un tema tabú entre vosotros, porque pedirle a un italiano que no utilice su coche es como decirle a una vaca que viva sin comer hierba.
Estos días estuve leyendo un texto bíblico que decía que quien contempla a Jesús crucificado se
salva. Entonces me senté durante una hora más o menos a contemplarlo y comencé un diálogo con Él:
“Jesús ¿por qué estás ahí?
- Me pusieron allí por mis amistades: prostitutas, leprosos, recaudadores de impuestos corruptos,extranjeros, gente considerada impura, pecadores…
¿Sólo por esto?
- También porque les dije a los terratenientes que la tierra debe ser compartida con los pobres.
¿Y después? - Les dije a los guerrilleros y a los soldados que la violencia y el asesinato no son la forma de resolver los problemas.
¿Y qué más? - También les dije a los políticos que están ahí para defender los derechos de los pobres y no para enriquecerse a sus espaldas.
¿Y después?
- Hice un gran lío en el templo de Jerusalén porque los sacerdotes habían convertido la casa de oración en una cueva de ladrones para explotar a los pobres.
¿Y qué pasó?
- Todos se pusieron de acuerdo y me clavaron aquí.
Pero explícame: ¿por qué contemplarte en la cruz nos salva?
- Porque si comprendes por qué estoy aquí, comprenderás también que, si quieres ser realmente mis discípulos, debes comprometerte contra todas las injusticias de las que te percates: te darás cuenta de que luchar por la justicia llenará tu corazón de una gran alegría, de una plenitud de vida y, contemplándome en la cruz, encontrarás la fuerza para hacerlo y esa lucha se transformará en resurrección.
Aquel día, después de leer el Evangelio, en el momento de la homilía, fui y me senté en medio de la Iglesia con el micrófono en la mano e, invitando a todos a mirar a Jesús en la cruz, mantuve este diálogo en voz alta con el Crucificado.