Cada 24 de julio recordamos el martirio del siervo de Dios, padre Ezequiel Ramin, misionero comboniano asesinado en Brasil, en 1985.
Conocer la vida y el martirio del P. Ezequiel Ramin, es dejar entrar en nuestras vidas el testimonio profético de un joven misionero que es recordado por los pobres, indígenas, de las zonas del interior de Rondonia y Mato Grosso, en Brasil, como un sacerdote alegre y sencillo, al que le gustaba visitar a las familias y estar con la gente, y que salía al encuentro de las personas con un gesto muy característico: cuando las veía, abría los brazos con las palmas hacia arriba y salía a su encuentro para abrazarlas.
Los más pobres nos revelan que la alegría del Evangelio, vivida con compromiso por la justicia y la vida digna de los pequeños trabajadores rurales e indígenas, estaba presente en el corazón y en la vida misionera de Ezequiel, que veía el rostro de Cristo en sus rostros.
En abril de 1983, llega a Brasil y fue destinado a trabajar en la Amazonía brasileña. Cuando llegó allí, encontró una Iglesia que caminaba con el pueblo, comprometida con los pobres y atenta a las cuestiones sociales. Había comunidades consolidadas y líderes en formación, capaces de protagonizar la vida eclesial y social de esas pequeñas comunidades (CEBs). Lleno de entusiasmo, entró fácilmente en la realidad del pueblo, en los años 80.
Luego vinieron las amenazas y la persecución. Pero Ezequiel permaneció fiel hasta el final. Como Jesús, ofreció su vida y su muerte a Dios y al pueblo. Él mismo dijo en una de las misas: «No aprobamos la violencia, aunque recibimos violencia». El sacerdote que está hablando ha recibido amenazas de muerte. «Querido hermano, si mi vida te pertenece, mi muerte también te pertenecerá». Y así sucedió…
Como tantos otros mártires, el P. Ezequiel se convirtió en semilla de nuevos cristianos. Su martirio nos anima a asumir una vida cristiana comprometida con la construcción de un mundo mejor para todos. Su entrega en favor de los más pequeños nos empuja a salir de nosotros mismos y tender la mano a los demás, especialmente a los más necesitados.
Su vida misionera es un ejemplo para toda la Iglesia que quiere ser una «Iglesia en salida», como nos
pide el Papa Francisco. Ezequiel nos da el testimonio de que ser verdaderos cristianos significa comprometernos a liberarnos del pecado estructural que hace que el mundo sea tan desigual, donde
millones de personas mueren de hambre, mientras unos pocos concentran la mayor parte de la riqueza
mundial y no saben cómo gastarla. Seguir el ejemplo de Ezequiel nos lleva a adoptar un modo de vida diferente, para que la vida sea posible para todos.