P. Francisco Carrera
La comunidad cristiana de Gaza, Palestina, se enfrenta a una situación muy difícil, especialmente agravada por la más reciente campaña del ejército israelí en ese territorio a partir del 7 de octubre de 2023. Inmediatamente después del ataque dirigido por el grupo palestino Hamás, Israel comenzó a bombardear la Franja de Gaza, el 13 de ese mismo mes inició operaciones terrestres y el 27 lanzó una invasión a gran escala.
Los informes de la ONU y el Banco Mundial señalan los efectos del conflicto en ese territorio: casi 45.000 muertos (el 70% mujeres y niños) y más de 100.000 heridos; al menos el 100% de los 2,3 millones de habitantes viven en la pobreza y el 90% desplazados; más de 1,8 millones padecen hambre extrema; destrucción del 85% de las escuelas y más de 30 hospitales.
La comunidad cristiana de Gaza tiene raíces históricas que se remontan a los primeros tiempos del cristianismo. Sin embargo, la presencia cristiana en el territorio ha quedado reducida a menos de mil personas debido a la constante emigración provocada por la violencia contra la población inocente e indefensa. Este último conflicto está afectado gravemente a la comunidad cristiana, con daños en las iglesias y el desplazamiento de numerosas familias. Los católicos constituyen ahora una ínfima minoría de apenas 100 personas.
En la actualidad hay indicios de un endurecimiento de la ofensiva israelí contra los palestinos, a pesar de repetidos acuerdos de alto el fuego. Diputados israelíes de extrema derecha piden la destrucción de todas las fuentes de agua, alimentos y energía en el norte de Gaza. En el discurso anual a los diplomáticos acreditados ante la Santa Sede, el papa Francisco reiteró recientemente sus críticas a la guerra de Israel en Gaza, calificando la situación humanitaria en el territorio palestino de “muy grave y vergonzosa”. El Papa se refería a las muertes causadas por el frío invernal, donde casi no hay electricidad. “No podemos aceptar que los niños mueran de frío porque los hospitales hayan sido destruidos o la red energética de un país haya sido dañada”, dijo.
A pesar de los problemas, los cristianos de Gaza siguen practicando su fe, y las iglesias han servido de refugio para numerosas personas, incluidos musulmanes, durante el conflicto (Ver páginas 26-31).
El P. Gabriel Romanelli, misionero argentino y párroco de la Sagrada Familia en la Franja de Gaza, comunica que, a pesar de la grave situación que están viviendo, siguen prestando servicios pastorales y litúrgicos a los fieles. Sin embargo, la prioridad sigue siendo el apoyo continuo a los refugiados.
Los fieles no quieren abandonar la parroquia. Los que quedan temen huir al sur, donde ya se hacinan otros dos millones de desplazados que viven en tiendas de campaña. Agobiados por el conflicto en curso, la pobreza endémica y las crisis humanitarias, los cristianos de Gaza temen la diezma total.
Como resultado, la supervivencia y el florecimiento de los cristianos palestinos siguen siendo inciertos en este entorno tumultuoso, donde la esperanza parece desvanecerse cada día que pasa. Que la celebración de los misterios de la muerte y resurrección de Jesucristo en este mes de abril les ayude a renovar la esperanza en un futuro mejor.
