
El trabajo forzoso es la forma más frecuente de esclavitud moderna y una de las peores formas de explotación de los seres humanos. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el trabajo forzoso como: “Todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente”.
La OIT calcula que 27,6 millones de personas en todo el mundo son víctimas del trabajo forzoso. De esta cifra, 17,3 millones de personas son explotadas en el sector privado, como el trabajo doméstico, la construcción o la agricultura; 6,3 millones de personas en explotación sexual forzosa, y 3,9 millones de personas en trabajos forzosos impuestos por las autoridades estatales.
Las mujeres y las niñas representan 11,8 millones del total de personas sometidas a trabajos forzados. Las mujeres tienen más probabilidades de ser coaccionadas mediante el impago del salario y el abuso de la vulnerabilidad. Las mujeres también tienen más probabilidades que los hombres de ser objeto de violencia física y sexual.
Un total de 3,3 millones de niños se encuentran en situaciones de trabajo forzoso, lo que representa alrededor del 12% de todas las personas sometidas a este tipo de trabajo. Más de la mitad de los niños sometidos a trabajo forzoso son explotados sexualmente con fines comerciales. El trabajo doméstico, la agricultura y la industria manufacturera son algunos de los muchos otros sectores en los que se encuentran niños sometidos a trabajo forzoso. Los informes cualitativos indican que los niños pueden ser sometidos a graves formas de coacción y abuso, como el secuestro, la drogadicción, el cautiverio, el engaño y la manipulación de la deuda.
El trabajo forzoso afecta prácticamente a todos los sectores de la economía privada. Los cinco sectores que representan la mayor parte del trabajo forzoso total de adultos (87%) son servicios, industria manufacturera, construcción, agricultura y trabajo doméstico. Otros sectores representan porcentajes menores, pero sin embargo siguen representando cientos de miles de personas.
Entre ellos se incluyen trabajadores adultos obligados a excavar en busca de minerales o realizar otros trabajos de minería y canteras, pescadores atrapados en trabajos forzosos a bordo de buques pesqueros, personas obligadas a mendigar en la calle y personas obligadas a realizar actividades ilícitas.
Los trabajadores migrantes corren un mayor riesgo de sufrir trabajo forzoso que los demás trabajadores. La prevalencia del trabajo forzoso entre los trabajadores migrantes adultos es más de tres veces superior a la de los trabajadores adultos no migrantes. Esta cifra deja claro que cuando los trabajadores migrantes no están protegidos por la ley o no pueden ejercer sus derechos, la migración es irregular o está mal gobernada, o cuando las prácticas de contratación son injustas o poco éticas, la migración
puede conducir a situaciones de vulnerabilidad al trabajo forzoso.
Ninguna región del mundo se libra del trabajo forzoso. Asia y el Pacífico acogen a más de la mitad del total mundial (15,1 millones), seguidas de Europa y Asia Central (4,1 millones), África (3,8 millones), América (3,6 millones) y los Estados Árabes (0,9 millones).
Como cristianos, estamos llamados a trabajar juntos para eliminar el vergonzoso flagelo del trabajo forzoso, ayudando a tomar conciencia sobre la gravedad del problema de la explotación de personas con fines de lucro y acompañando a las víctimas que buscan liberación de su situación de esclavitud.
Por: P. Francisco Carrera / Iglesia Sin Fronteras