La extracción a gran escala de sus recursos naturales es una de las grandes amenazas que se ciernen sobre América Latina. Su impacto afecta a la Casa Común y a sus habitantes, especialmente los más pobres, entre los que se encuentran los pueblos indígenas. La gran mayoría de los países de la región permiten y fomentan el extractivismo de sus materias primas para equilibrar sus balanzas comerciales, vinculando su desarrollo a políticas cada vez más voraces de extracción de los bienes comunes e ignorando los daños irreparables que eso acarrea a su medio ambiente.
La apertura de nuevas minas o la ampliación de las ya existentes supone graves violaciones socio ambientales, como deforestación, contaminación, destrucción de fuentes y nacientes, expulsión de pueblos tradicionales de sus territorios, etc. Frecuentemente, se asocian a las grandes minas infraestructuras para la generación de energía, de la cual necesita intensamente el proceso de extracción. Hay una conexión directa entre las mayores hidroeléctricas de la Amazonia, por ejemplo, y grandes proyectos mineros. Eso implica la expulsión de la población, así como alteración de los equilibrios de las cuencas fluviales de grandes regiones.
Las protestas sociales que todos esos impactos negativos provocan son frecuentemente reprimidas por el aparato policial o el sistema jurídico estatal de los distintos países. En los últimos años, ha aumentado
en la región el número de conflictos vinculados a la extracción mineral, así como los asesinatos de líderes comunitarios y de defensores de los derechos de las comunidades afectadas.
Poco a poco, muchas de las Iglesias e instituciones cristianas de Latinoamérica han ido adoptando posiciones más críticas frente a esta explotación indiscriminada de los recursos naturales y la seria amenaza que supone para la supervivencia y el modo de vida de los pueblos originarios.
Una de las instituciones latinoamericanas comprometidas en la defensa de la Casa Común es la Red Iglesias y Minería, nacida en 2013 con un carácter ecuménico con la misión de ayudar a organizar a las comunidades y a los defensores de los derechos socio ambientales amenazados por la extracción mi-
neral en gran escala, ofreciéndoles el apoyo, la protección y el acompañamiento de las iglesias. Como explica su coordinador, el misionero Comboniano P. Darío Bossi, la Red tiene como objetivo
“ofrecer oportunidades a las comunidades para que puedan hacer oír su voz y reivindicar sus derechos, en los contextos locales, nacionales e internacionales… Entendemos que las iglesias son un factor importante en esos conflictos y necesitan tomar posición del lado de los más frágiles”.
P. Darío Bossi, mccj
La encíclica “Laudato Si” del papa Francisco inspira el pensamiento y la acción de la Red Iglesias y Minería y de otros movimientos y comunidades latinoamericanas comprometidas con la preservación de la Casa Común. Para ellos, el documento papal alerta sobre la inversión de prioridades, que coloca el lucro por encima de los intereses colectivos y del cuidado del bien común. También hace un llamamiento a la toma del control de la política sobre la economía y denuncia el ritmo desenfrenado de consumismo, destacando el límite de la Tierra y de la existencia humana y exhortando a un cambio integral de paradigma, la conversión ecológica.
Ya no podemos cerrar los ojos ni los oídos. Es hora de asumir la defensa de nuestra Casa Común antes de que sea demasiado tarde.